Vivir es convivir. Gracias a la convivencia, las generaciones adultas transmiten su cultura a las generaciones más jóvenes, esto es, la convivencia favorece y hace posible la socialización (secundaria) de nuestros alumnos. Ahora bien, esta convivencia y la transmisión cultural que en ella se lleva a cabo no es siempre pacífica; a menudo surgen tensiones, roces, diferencias y, en ultima instancia, conflictos. Es por ello que un óptimo “clima” del centro ha de ser el requisito previo para una convivencia educativa basada en el respeto a la dignidad humana. Entendemos que el clima es adecuado cuando cada alumno y cada profesor puede sentirse escuchado, respetado y tomado en consideración y los conflictos pueden abordarse y resolverse mediante el diálogo.
La construcción de una cultura de convivencia pacífica en nuestro centro es un reto educativo complejo, ya que indefectiblemente ha de ir unido a la vivencia de valores democráticos como la justicia y la no-violencia. Por eso mismo, la responsabilidad es siempre y en todo momento una de las notas del comportamiento y de las acciones humanas. Todos los miembros de la comunidad educativa son responsables de sus actos y de las consecuencias de los mismos. Y lo son, en primer lugar, ante sí mismos, es decir, ante su conciencia moral (responsabilidad subjetiva); pero, también, ante los demás miembros de la comunidad escolar (co-responsabilidad), ya que todos los miembros son, en última instancia, agentes pacientes (quienes sufren) de los efectos de actitudes, acciones y comportamientos que cada cual pueda tener hacia los demás integrantes de la comunidad educativa.
Nuestro “modelo de gestión de convivencia” esta en consonancia con los valores y objetivos señalados en nuestro proyecto educativo. El modo en el que se van a prevenir y afrontar los problemas de convivencia deriva de la consideración de esos valores educativos, que servirán para argumentar y justificar las actuaciones concretas que se lleven a cabo.
Galtung (1998) describe los tres tipos de violencia presentes en las sociedades humanas:
De modo complementario podemos afirmar que para resolver conflictos es necesario atender tres facetas:
Desde nuestro modelo de gestión de convivencia se trabajará la convivencia y el clima escolar tanto desde un enfoque preventivo como desde un enfoque de resolución directa de los posibles problemas que puedan surgir. Los elementos más destacables de este modelo son:
La gestión y regulación de la convivencia desde este enfoque posibilitará trabajar con una visión amplia del concepto de convivencia, en la que todos estamos implicados y todos tenemos que participar desde todos los frentes: PAT, PAD, currículo, horarios, organización de centro, R.R.I. etc.
Tratamos de favorecer la autonomía moral de los alumnos y el desarrollo de las habilidades comunicativas a la hora de decidir y tratar los conflictos surgidos en la convivencia, a la vez que intentamos llegar a soluciones más creativas y democráticas que las meras sanciones. Así, queremos combinar la posibilidad de aplicar, un sistema de normas y de correcciones basado en el R.R.I., (con la aplicación del correspondiente expediente disciplinario si esto fuera necesario y solamente en casos extremos, ya que se dilata excesivamente en el tiempo la aplicación de la sanción) con la de ofrecer a las personas en conflicto la utilización de un sistema de diálogo como por ejemplo, el equipo de mediación u otra estructura, para la resolución de sus problemas.
La comunidad educativa será informada de que ante los conflictos se está actuando y además, de una forma muy educativa y formativa para las personas. El centro educativo es activo en el proceso y otorga una autoridad más consistente y educativa, al otorgar legitimidad y estatus a una estructura organizativa dedicada a la atención de conflictos (tutores, departamento de orientación jefatura de estudios o una comisión de convivencia).
Partimos de la convicción de que procurar una buena convivencia no sólo es una condición previa para poder desarrollar la labor docente, sino que es un aprendizaje básico en sí mismo, al que debe contribuir la educación y que ha de ser resultado de un trabajo sistemático, no ocasional. Nuestro propósito es que el alumnado tenga un comportamiento basado fundamentalmente en el principio de la educación en valores, que contemplamos también como principio básico de nuestro Proyecto Educativo de Centro. Queremos potenciar una cultura de paz, de igualdad y respeto ante el diferente, que muestre apoyo y solidaridad con el débil, que afronte los conflictos con el diálogo y el acuerdo; Asimismo buscamos que los alumnos adquieran una cultura democrática y ciudadana para desarrollarse en libertad, ejerciendo sus derechos y deberes con responsabilidad y participando activa y críticamente en los grupos sociales a los que pertenecen.
Pretendemos abordar los problemas de convivencia y disciplina que se generen en el centro de forma educativa. Un plan para evitar la violencia ha de contener tanto medidas preventivas como procedimientos para la intervención paliativa cuando ya se han presentado los problemas, por lo tanto un buen plan de convivencia debe desarrollar actividades en varios niveles complementarios:
A. Prevención primaria: dirigida al centro en su conjunto, a los grupos de clase completos. Con ella se pretende desarrollar conductas a favor de la convivencia para evitar que aparezcan problemas. Se trata de entender la disciplina escolar como un conjunto de normas y procedimientos que permiten mantener el orden necesario para el desarrollo de los procesos de enseñanza-aprendizaje y regulan cuáles son los comportamientos e interacciones sociales adecuadas, permitiendo la interiorización de actitudes y valores. El alumno ha de ser un sujeto activo que no sólo reciba las sanciones sino a quien se le ofrezca la oportunidad de reflexionar acerca de su conducta y de aprender a resolver los conflictos. La disciplina escolar ha de propiciar el desarrollo de la competencia social y la construcción de la autonomía moral del alumno
Son medidas de prevención primaria: la educación en valores, el desarrollo de la competencia social y emocional de los alumnos, la participación de los alumnos en actividades de centro, la elaboración de normas del centro, las medidas organizativas que favorezcan los procesos de enseñanza-aprendizaje, la acción tutorial, la colaboración con las familias, la colaboración con servicios sociales, servicios de salud o instituciones municipales.
B. Prevención secundaria: se dirige a alumnos que por su situación social se encuentran en riesgo de exclusión, de discriminación o de desviación de su conducta, a alumnos rechazados por sus compañeros, a alumnos con tendencia agresiva,…
Son medidas de prevención secundaria: la detección temprana de situaciones de acoso, el apoyo de alumnos con dificultades de relación, la detección, refuerzo y apoyo a los alumnos con problemas de aprendizaje o bajo rendimiento y los programas de habilidades sociales
C. Prevención terciaria: para cuando aparece el conflicto o hay problemas de comportamiento manifiestos.
Como medida de prevención terciaria está la Intervención individual ante problemas de conducta utilizando el diálogo, el consejo, la mediación de una tercera persona ajena al conflicto, la colaboración con la familia, establecer un protocolo de actuación en casos “de crisis”, los avisos, amonestaciones y en su caso, sanciones orientadas a la reeducación de la conducta y a preservar los derechos de los compañeros.
La mediación escolar es un método de resolución de conflictos mediante la intervención de una o varias personas ajenas a los mismos, denominadas mediadores, con el objeto de ayudar a las partes a obtener por ellas mismas un acuerdo satisfactorio así como de contribuir al desarrollo personal y social del alumnado. La mediación se puede ofrecer como estrategia de reparación y de reconciliación.
La confidencialidad, que obliga a las personas participantes en el proceso de mediación a no revelar a personas ajenas al mismo la información
El procedimiento de mediación se puede iniciar a instancia de cualquier miembro de la comunidad educativa, ya se trate de una de las partes interesadas o tercera persona. Podrá actuar como mediador en un conflicto escolar cualquier profesor, el tutor, el departamento de orientación o la jefatura de estudios; excepcionalmente podrá actuar como mediador un alumno en colaboración con un profesor.
El mediador convocará un encuentro de las personas implicadas en el conflicto para escuchar a las partes, desarrollar sus funciones de mediación y concretar el acuerdo de mediación con los pactos de conciliación y reparación a que quieran llegar.
Cuando se hayan producido daños en las instalaciones o en el material del centro o se haya sustraído este material, el director del centro o la persona en quien delegue tiene que actuar en el procedimiento de mediación en representación del centro.
El mediador puede dar por acabado el procedimiento de mediación en el momento en que aprecie falta de colaboración en una de las personas participantes.
Sólo se entiende producida la conciliación cuando el alumno que ha provocado el conflicto reconozca su conducta, se disculpe ante la persona perjudicada y ésta acepte las disculpas.
Si la solución acordada incluye pactos de reparación, se tiene que especificar a qué acciones reparadoras, en beneficio de la persona perjudicada, se compromete la otra parte a llevar a cabo. Estas acciones pueden ser la restitución de la cosa, la reparación económica del daño o la realización de prestaciones voluntarias, en horario no lectivo, en beneficio de la comunidad del centro.
La convivencia en un centro educativo se encuentra especialmente ligada al desarrollo de la competencia social y ciudadana. Esta competencia incluye contenidos que se trabajan en distintas materias: ciencias sociales, geografía, historia, educación para la ciudadanía, ética; pero se advierte además la necesidad de incluir contenidos actitudinales desde una óptica interdisciplinar, ya que son responsabilidad de la actividad educativa general.
Entendemos la competencia social y ciudadana como el conjunto de habilidades que, partiendo de la comprensión y valoración crítica de uno mismo y de los que le rodean, supone la armonización entre los derechos, intereses, deseos, necesidades y sentimientos personales y de los otros, el desarrollo de comportamientos equilibrados, responsables y solidarios.
Esta competencia implica el conocimiento y la sensibilidad necesarios para participar plenamente en los ámbitos social e interpersonal; es decir, la comprensión de los principios, los valores y las normas que regulan la conducta en los distintos medios en que la persona se desenvuelve.
Esta competencia implica, asimismo, el desarrollo de una serie de habilidades sociales:
Conocer las cualidades y limitaciones personales, valorarlas críticamente y proponerse mejoras.
La convivencia también está ligada a la competencia en autonomía e iniciativa personal. Entendemos esta competencia como el conjunto de habilidades que suponen el conocimiento de uno mismo, una autoestima equilibrada, el deseo de superación y la construcción de unos valores y normas morales personales, fundamentados en el respeto hacia los otros y hacia el entorno. La idea de iniciativa personal implica la disposición para trazar, en distintos tipos de situaciones, proyectos de actuación sistemáticos, flexibles, creativos y ajustados a las necesidades detectadas; así como el estudio de alternativas, las ventajas y los riesgos de las decisiones y sus consecuencias para uno mismo y para los otros.